Hace mucho tiempo, en una montaña
llamada Yaoshan vivían una madre soltera y su hijo. El hijo era un buen chico;
su nombre era Damu y siempre tuvo cuidado de su madre. Se ganaban la vida
cultivando verduras y su vida no iba mal.
Una caída, tras una gran cantidad
de lluvias, tuvo a la madre enferma en cama. Se sentía mareada y tosía cada
día. Para curar a su madre, Damu fue por todas partes para encontrar los
medicamentos adecuados. Sin embargo, la mitad de un mes pasó y la madre seguía
estando muy enferma, y Damu estaba muy disgustado.
Un día, Damu se enteró de que
había un monje que practicaba la medicina durante su tiempo libre y que vivía
en un templo en Yaoshan. Él estaba tan contento con la buena noticia que quería
llevar a su madre a la espalda para ver al monje. Sin embargo, su madre no
quería ir porque pensaba que estaba demasiado lejos y que definitivamente heriría
la espalda de su hijo por cuidarla a ella.
“Hijo mío, ya estás cansado de buscar
hierbas. Yaoshan es una gran montaña; el camino hacia el templo es bastante
empinado y es imposible que me lleves por ti mismo."
“No hay problema, Mamá. Si estoy cansado, podremos
descansar. He oído que el monje es verdaderamente bueno con las medicinas. Él
conoce muchas prescripciones.”
“Hijo, te creo. Pero yo no podría caminar
hasta allí por mí misma y el templo está muy lejos para tú llevarme. Vas a
salir lastimado si me llevas allí en tu espalda. Tal vez puedas ir tú solo a ver al monje y traer de vuelta las
hierbas. Intentamos eso, ¿de acuerdo?”
“Madre…”
“Solo hazlo como yo digo. No sufras por mí,
puedo cuidarme sola.”
Antes de partir, Damu hirvió agua
y la puso en un gran contenedor para que su madre bebiese. Sin embargo, al
salir a toda prisa, se olvidó de poner la tapa en el recipiente. Unas horas más
tarde, la madre tenía sed y quería beber un poco de agua. Cuando llegó al recipiente,
se encontró con que había varias hojas de morera en su interior. Se dijo a sí
misma: “el viento en otoño es muy fuerte
y éste ha soplado muchas hojas hasta este agua.”
Después de beber, la
anciana se fue a dormir. Cuando despertó, se sintió mejor
y el dolor en su cabeza fue más que aliviado así que bebió otra taza de agua. Era la puesta de sol. Las nubes
blancas en el cielo se tiñeron de rojo por la luz del sol, al igual que
Yaoshan. ¡Qué escena tan hermosa!
En ese momento, Damu volvió. El
sudor caía por su cara cuando él abrió la puerta.
“¿Estás bien, Madre?”
“Me siento mejor ahora. ¿Trajiste la
medicina?”
“Mala suerte. El monje no estaba en el
templo cuando llegué allí. Se había ido a algún otro lugar. Iré a verle mañana”
“Pareces cansado. Cómete la cena y vete a la
cama temprano.”
“Estoy bien. Vamos a cenar.”
“No quiero comer. Es extraño. Me siento
mejor después de beber el agua y quiero más.”
A la mañana siguiente, después de
levantarse, la madre dijo a Damu que estaba recuperada y que quería dar un
paseo. Damu estaba totalmente confundido:
“Madre, ¿tomaste alguna medicina?”
“De ningún modo, solo bebí algo de agua”
“Y, ¿pusiste algo en esa agua?”
“Nada, pero habían unas cuantas hojas de
morera que el viento había transportado hasta el recipiente.”
Mirando las hojas del recipiente
de agua, Damu no podía evitar pensar que las hojas de morera habían podido
curar a su madre. Así, después del desayuno Damu hirvió
agua, recogió algunas hojas del árbol de morera y las puso a hervir. Acto
seguido se fue a ver al monje.
El monje, en primer lugar,
preguntó detalladamente sobre la enfermedad de la madre. Entonces, le dijo a
Damu que podía poner hojas heladas de morera dentro del agua y hervirla
(recogidas tras una helada). Damu estaba muy emocionado cuando
el monje le transmitió la prescripción porque, finalmente, comprendió que las
hojas heladas de morera eran realmente una hierba efectiva para tratar el dolor
de cabeza y resolver la tos, y que por eso su madre se había recuperado al
beber de ese agua.