El viejo y desdentado maestro Shouri se sentó en la piedra cruzando las piernecillas y miró a sus discípulos. Jovial, casi malévolo, rió entre dientes y los desafió.
—¡A ver! ¡Decidme las diferencias entre estas tres aseveraciones!
El maestro cogió aire y cerró los ojos.
—La oscuridad llama a la oscuridad. Si os ensombrecéis se contraerá vuestra aura, descenderá vuestra frecuencia vibracional y, por afinidad, atraeréis energías y entes de baja vibración, muy densos, oscuros, malignos, y os cargaréis de sufrimientos.
Los discípulos rieron entre dientes y se miraron
unos a otros. Sin duda era una broma del maestro. El venerable Shouri
murmuró cosas ininteligibles un momento y volvió a hablar:
—La negatividad es mala para la salud. Algo tan
simple como un pensamiento negativo es capaz de acidificar la sangre y
mermar el sistema inmunológico. Cuerpo y mente son uno y si tu mente se
deprime, deprimirá a tu cuerpo y sobrevendrá la enfermedad.
Los discípulos atendían, circunspectos. Esas
cosas no tenían sentido, no era más que un galimatías pseudocientífico
de charlatanes y curanderos. El flaco anciano tosió un par de veces y
habló de nuevo:
—Un movimiento cognitivo de tipo miedo, ansiedad
o preocupación desencadena desde el hipotálamo una respuesta de lucha o
huida; las suprarrenales liberan adrenalina y se activa el sistema
simpático, el corazón late más deprisa, los músculos se contraen, la
respiración se acelera y los sentidos se ponen alerta. A esto se le
llama estrés y, de prolongarse en el tiempo, pasa de ser una respuesta
biológica positiva a un rasgo patológico que deriva en diversas
afecciones físicas y psíquicas.
Los discípulos, asombrados y reverentes, se
inclinaron varias veces ante la sabiduría del maestro y se alegraron de
ser sus aprendices.
—El zen del Tigre Blanco,
Ed. Water Street.
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