Al principio de los tiempos, el universo entero alcanzó el Uno:
el mundo espiritual, que al obtenerlo se hizo puro, el mundo material, que al obtenerlo se hizo estable. En el Uno, todo espíritu mostraba su eficacia a través de la materia, todo lo elevado se agachaba voluntariamente, para colmar lo que quedaba abajo. Todo lo que quedaba abajo se elevaba en la alegría de la generosidad de lo alto. En el Uno, todo lo que gobernaba se expresaba según las normas eternas, y así, gobernantes y gobernados cooperaban recíprocamente. En el Uno. De aquí se deduce que, fuera del Uno, el mundo del espíritu no podría ser puro, se corrompería y resquebrajaría la materia a través de la cual se expresa. Fuera del Uno, el mundo material no podría ser estable, se destruiría y llevaría también a la destrucción al espíritu que le sostiene. Fuera del Uno, no existiría eficacia en el espíritu, y se paralizaría, fuera del Uno, lo alto y lo bajo no se encontrarían: Lo bajo se hundiría en lo profundo, lo alto se desvanecería en la fantasía. De no alcanzar el Uno, los gobernantes y los gobernados estarían en pugna: los gobernados serían oprimidos, y los gobernantes finalmente derribados. La nobleza tiene necesariamente su raíz en lo humilde, necesariamente lo superior tiene a lo inferior como fundamento. De ahí que los verdaderos reyes se autodeterminen “indignos”, “sin valor”; ¿acaso no es cierto que es la humildad el fundamento de su autoridad? Poseer infinidad de carruajes es no poseer carruaje alguno: si el que posee atesora, pierde lo acumulado y aun pierde lo que tenía. Esta es la razón por la que el hombre de virtud verdadera no desea brillar, no desea poseer la dureza ni la solidez del guijarro. Para mantenerse en el Uno. |
lunes, 15 de diciembre de 2014
Dao de Jing-capítulo 2-
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